Joan Cabrer - Secuencia expansiva

El título ‘Secuencia expansiva’ de esta muestra se convierte, consciente o inconscientemente, en toda una declaración de intenciones al entroncar con el término del ‘campo expandido’ acuñado en los años 70 por la crítica estadounidense Rosalind Krauss con el que hacía referencia al colapso teórico y práctico que sufrió la pintura y la escultura. Más concretamente, este término se refiere a ese fin de la especificidad asociada a los medios tradicionales y su progresiva sustitución por una serie de prácticas artísticas que favorecían la hibridación y la convergencia entre disciplinas. 
Aplicado a la pintura, se podría argumentar que desde el último cuarto del siglo XX la pintura ha demostrado tener una extraordinaria capacidad de adaptación que bien le ha valido su propia supervivencia. Su sorprendente resiliencia y porosidad le ha permitido incorporar nuevos procesos, materiales y formas de producción así como muchos otros relatos y teorías tradicionalmente ajenos al medio. 
Es aquí donde a nivel conceptual y plástico la obra de Joan Cabrer (Palma, 1983) entronca con la heterogeneidad que caracteriza a la actual pintura contemporánea. Partiendo de
recursos pictóricos técnicos y formales muy consolidados, Cabrer desarrolla una práctica que incorpora elementos visuales y teóricos relacionados con el mundo digital. Lo sintético, la plasticidad y la saturación de los colores de los que hace uso así como sus referencias al glitch informático nos llevan instantáneamente a esa estética asociada al universo digital. Aquí vemos como a través de la abstracción Joan Cabrer negocia artísticamente esa convergencia cada vez más acelerada entre la realidad y el reino virtual. En este sentido, no es coincidencia que Joan Cabrer se interese también por el espacio público y que a través del mural pueda llevar esa hibridación al mundo real concreto de la arquitectura y el urbanismo. 
Si bien su paleta cromática nos empuja irremediablemente hacia el terreno de la tecnología más avanzada, también es verdad que la fluidez que se desprende de sus trazos insinúa una connivencia con el mundo orgánico. Hay más, lo etéreo e inmaterial que se desprende de su obra choca con la materialidad de la propia pintura que con sus texturas y propias imperfecciones ancla al espectador en la realidad física del presente. De esta forma la obra de Joan Cabrer gravita entre polos opuestos, lo que nos lleva precisamente a tener que reflexionar sobre una realidad cada vez más compleja en la que la distinción entre lo real y digital se va erosionando. 
A nivel formal vemos como sus piezas siguen una constante pero que a la vez se abre a infinitas formulaciones; esto es, por una parte fondos muy trabajados que dotan a las obra de estructura y profundidad, y por otra, trazos libres llenos de vitalidad que otorgan a sus composiciones de gran dinamismo. A esto se le añade el uso puntual de motivos más bien planos y geométricos que, siendo muy recurrentes en series anteriores, coexisten y enriquecen ese universo plástico lleno de posibilidades y en continua expansión.